Celia del Palacio Montiel,
Universidad Veracruzana
Resumen
El objetivo del presente trabajo, es hacer un recorrido por los abordajes que se han hecho en los años recientes de la participación de las mujeres en la guerra de independencia de México, tanto desde la historia, como desde la literatura. En el año del bicentenario, se dieron a la luz nuevas producciones sobre aspectos generalmente olvidados o poco tratados de la guerra. Uno de ellos es la participación femenina. Existen varios ensayos de carácter histórico al respecto. Así mismo, han aparecido algunas novelas sobre las heroínas más conocidas como Josefa Ortiz o Leona Vicario, incluso colecciones de relatos sobre estas y otras mujeres célebres de la historia de México. Pasaré luego a sopesar algunos de los problemas (método, fuentes, archivos) que yo como historiadora y como escritora, he enfrentado para escribir la novela Leona, (Suma de letras, 2010) que se encuentra en ambos extremos de la frontera entre la historia y la literatura.
I. Breve y puntual recorrido por la producción histórica reciente sobre la participación femenina durante la guerra de Independencia
Si algo nos dejó el festejo del bicentenario, ha sido una revisión detallada de los procesos sociales, políticos y culturales de la guerra de la Independencia de México. La producción bibliográfica en torno a estos temas fue abundantísima, tanto desde el punto de vista meramente histórico-académico, como el literario y hasta cinematográfico. Los primeros en rememorarse fueron los grandes héroes de bronce: salieron a la luz nuevas y renovadas ediciones de biografías y novelas históricas de Morelos, Hidalgo, Vicente Guerrero, Xavier Mina, junto a otros menos conocidos como Mariano Matamoros, quienes a través de estos acercamientos, fueron vistos y revistos desde diversos aspectos. [2]
Los grupos subalternos y héroes anónimos también ocupan un lugar en estas revisiones bicentenarias. No puede negarse que su participación es fundamental en cualquier movimiento de estas características y sin embargo, su aparición en los estudios académicos fue bastante marginal. [3]
Dentro de esa categoría, se encuentran las mujeres. Aparecieron entre 2008 y 2010 algunos acercamientos históricos en torno a las mujeres insurgentes. Uno de ellos fue el de María José Garrido Asperó “Entre hombres te veas. Las mujeres de Pénjamo y la revolución de Independencia” [4] , otro fue el ensayo premiado por el INAH, de la autoría de Rosío Córdova Plaza, “Las mujeres en la guerra civil de 1810” [5] , estos dos abordan el análisis de la posición guardada por las mujeres –célebres o no- en los años de la guerra, además de las representaciones que se hicieron sobre ellas. Fernanda Núñez escribió sobre una de las mujeres en la región de Orizaba que fue presa por seguir los pasos de su marido en el movimiento en “Por portar pantalones” [6] y Rosa María Spinoso hizo un análisis de las representaciones femeninas de las heroínas insurgentes en la prensa en 1828 en su trabajo “Las mujeres, la independencia y la prensa en 1828”. [7] Por otro lado, Bertha Trujillo y Jorge Gómez Naredo abordaron los casos de las mujeres infidentes en varias poblaciones de la Nueva Galicia. [8]
Dos casos ejemplares, son las páginas electrónicas consagradas a las mujeres de la independencia. Una de ellas, es el blog de Benjamín Arredondo, Cabezas de Águila, http://cabezasdeaguila.blogspot.com/2010/04/mujeres-en-la-independencia-sus_30.html y el otro, es el ambicioso proyecto internacional Gendering Latin America Independence: Women´s Polítical Culture and the Textual Construction of Gender 1790-1850, dirigido por Iona McIntire, Claire Brewster,Catherine Davies, Hillary Owen y Charlotte Lidell y consagrado, como su nombre lo indica, a las mujeres en los movimientos insurgentes de América Latina. http://www.genderlatam.org.uk
A pesar de este incipiente interés por la participación de las mujeres durante los años de la guerra por la independencia, ésta no es muy conocida. Incluso las heroínas, como doña Josefa Ortiz, especie de “madre de la patria” a quien en estos 200 años no hemos visto de frente [9] , permanecen desconocidas en muchos aspectos, cubiertas por su impenetrable capa broncínea que sólo permite la loa, pero no el análisis.
Todos los mexicanos conocemos a doña Josefa Ortiz, corregidora de Querétaro, que con tres golpes de tacón, salvó la patria en ciernes. Sin embargo no existe un acercamiento académico serio sobre esta dama. Sólo se ha publicado en ese sentido el voluminoso, detalladísimo estudio de Gabriel Agraz García de Alba Los Corregidores y los inicios de la independencia, de 1992. Existen sobre ella algunas biografías producto de la pluma de insignes autores del siglo XIX y XX, quienes intentaron el rescate heroico y romántico de esta figura (como de otras heroínas de la independencia), por desgracia poco fincado en los hechos y los documentos y más en la imaginación, sin llegar a tener méritos propiamente literarios. Me refiero a las obras y autores como: José Joaquín Fernández de Lizardi, Noticias biográficas de Insurgentes mexicanas (1825); el Anónimo Ilustres mujeres americanas, (1825); el impreso El cardillo de las mujeres(1827); Panorama de las señoritas (1842); Francisco Sosa, Biografías de Mexicanas Distinguidas (1884); Jacobo María Sánchez de la Barquera, La Patria Ilustrada (1894); Luis González Obregón. Las Heroínas de la Independencia (s/f); Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Biografías de los héroes y caudillos de la Independencia (1910); Laurena Wright de Kleinhans, Mujeres Notables Mexicanas (1910); C. Hernández, Mujeres Célebres de México (1918); Luis Rubio Siliceo: Mujeres Célebres de la Independencia de México (1929); y Mathilde Gómez, la epopeya de la independencia mexicana a través de sus mujeres (1947). Estos intentos biográficos contribuyeron en buena parte a la construcción de las figuras de bronce que siguen en pie todavía en las cartitas que pueden conseguirse en las papelerías de este país. Posteriormente, Armida de la Vara intentó un acercamiento a la corregidora en 1976, que, siendo de mayores méritos literarios que los anteriores, aporta poco a la figura de esta mujer. [10] En los últimos años, doña Josefa Ortiz ha sido incluida en libros como los de Aurora Tovar Ramírez, Mil quinientas mujeres en nuestra conciencia colectiva. Catálogo biográfico de mujeres de México [11] y Alina Amozorrutia: 101 mujeres en la historia de México [12] ; así como en recuentos más literarios como Mujeres por la independencia, de Gabriela Orozco, quien firma con el seudónimo de Sebastián Alaniz [13] , y como parte de la serie Charlas de Café, aparece un relato con el nombre de la heroína, de la autoría de Ángeles González Gamio.[14] También en 2010, se publica un relato titulado “A sus pies, doña Josefa” de Rebeca Orozco, en el libro Las revoltosas.[15] Finalmente, yo incluí a la corregidora en el libro Adictas a la insurgencia. [16] Sorprendentemente sólo una novela, también de Rebeca Orozco, toma como tema a la corregidora. Se trata de Tres golpes de Tacón, publicada por primera vez en 2008 y reeditada en 2010. [17] Esta última está escrita de manera amena y soportada en una investigación acuciosa.
Leona Vicario es otro ejemplo muy semejante. No existe una biografía académica completa, aunque sí muchos intentos como los arriba citados. En los años recientes, el único intento de este tipo con sus muy considerables limitaciones, ha sido el de José Martínez Pichardo, Leona Vicario, la Grandeza de una mujer [18] , que sólo repite los datos más conocidos, por lo que los mejores acercamientos a la heroína siguen siendo la clásica Biografía de Leona Vicario, heroína insurgente, escrita en 1910 por Genaro García y el loable y entrañable librito de Anne Staples publicado en 1976. [19]
Además de los ejemplos citados más arriba, se ocupan de María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, Carlos Echánove Trujillo, Leona Vicario, la mujer fuerte de la Independencia [20] , Patricia Galeana, “Lecciones de las mujeres del México del siglo XIX y asignaturas pendientes” [21] , José García Pimentel, Leona Vicario, una mujer por entero [22] , Perla Chinchilla, Leona Vicario [23] y Francisco Castellanos, Leona Vicario, heroína de la independencia. [24] Casi todos ellos en el mismo estilo heroico.
Leona ha sido un personaje más favorecido por la novela. Otto Raúl González, el célebre escritor guatemalteco escribió El diario de Leona Vicario en 1982; Eugenio Aguirre escribió cuatro años más tarde, Leona Vicario, la insurgente (la cual fue reeditada en 2010). En el año del bicentenario, Carlos Pascual ganó el premio Grijalbo de novela con La Insurgenta, una novela polifónica en la que los personajes cercanos a la heroína defienden o denuestan la causa de Leona, a fin de que se le nombre o no benemérita madre de la patria, Alejandra Atala publicó un acercamiento a la heroína en la serie Charlas de Café y yo misma, saqué a la luz Leona, de la que hablaré más abajo.
Otras dos mujeres que han sido objeto de acercamientos ficcionales son María Ignacia Rodríguez, “La Güera”, que además de haber sido inmortalizada por don Artemio del Valle Arispe en 1949, ha sido personaje de muchas obras de teatro y algún relato como el de Javier Sunderland Guerrero, mencionado más arriba como parte del libro Las Revoltosas publicado este año.
Gertrudis Bocanegra ha sido poco abordada. Como ya se dijo, Gabriela Orozco la incluyó en su librito Mujeres por la independencia, así como yo misma en las Adictas a la Insurgencia, sin embargo la caracterización cinematográfica que hizo de ella la actriz Ofelia Medina en 1992 ha perdurado en la memoria de las generaciones mayores a los 30 años.
Pero ¿cuántos de nosotros, más allá de los especialistas, hemos oído hablar siquiera de las mujeres siguientes? [25]
*Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín y Lazo de la Vega, quien en 1811, cuando Hidalgo fue apresado, con gran indignación propuso que se tomara preso al virrey y se intercambiara por él a los caudillos presos; sin embargo fue delatada por uno de sus amigos y puesta en prisión hasta 1820.
* La señorita La Mar –cuyo nombre de pila se ignora- llegó desde Cartagena de Indias a Galveston y cuando conoció a Javier Mina, lo acompañó a México. En Soto la Marina cuidó a los enfermos y tras la derrota de Mina, fue hecha prisionera por las autoridades virreinales y enviada a Veracruz, donde se le destinó a cuidar a los enfermos en condiciones repugnantes. De ahí se fugó e incorporó a la división de Guadalupe Victoria, pero a la derrota de este caudillo, fue condenada a servir a una familia realista en julio de 1819. Sólo después de 1821 pudo regresar a su patria
*Antonia Nava, “La Generala”, esposa de don Nicolás Catalán, y su amiga Catalina González. En el sitio sufrido por las tropas de Nicolás Bravo en la sierra de Jaleaca, no teniendo ya nada qué comer, Bravo se disponía a sacrificar a alguno de sus hombres para que comieran los demás y no desertaran. Las dos mujeres se ofrecieron en sacrificio gustoso para que comieran todos. Ante tales muestras de valor y entereza, ninguno de los soldados desertó. Durante la batalla del día siguiente, las mujeres pelearon con machetes y garrotes, como los demás soldados. [26]
La misma Antonia Nava, cuando le mataron a un familiar, se presentó ante Morelos y le dijo: “No vengo a lamentar la muerte de este hombre, sé que cumplió con su deber. Vengo a traer cuatro hijos, tres pueden servir como soldados y el otro que está chico, servirá de tambor y reemplazará al muerto”. [27]
*Manuela Medina, “La Capitana”, quien levantó una compañía de soldados en Texcoco y peleó en siete acciones de guerra. Sólo por conocer a Morelos, viajó cien leguas y cuando lo logró, le dijo: “Ya moriré con gusto aunque me despedace una bomba de Acapulco”. Murió, en efecto, en 1822, a consecuencia de dos heridas de combate que la postraron un año y medio. [28]
*María Fermina Rivera, de Tlatizapan, esposa del coronel de caballería don José María Rivera. Ella luchó con hambres terribles, caminos pedregosos, climas ingratos… a veces cogía el fusil de un muerto y sostenía el fuego al lado de su marido. Murió en la acción de Chichihualco, defendiéndose junto a Vicente Guerrero en febrero de 1821. [29]
*María Tomasa Estévez, mujer hermosísima [30] que fue comisionada para seducir a las tropas de Iturbide para que se pasaran al lado de los favorecedores de la insurgencia Fue fusilada en Salamanca en agosto de 1814.
*María Herrera, huérfana de madre, quien quemó su hacienda para no proporcionar recursos a sus enemigos. Alojó a Mina en el Rancho del Venadito. Perseguida, después robada e insultada, murió en medio de los bosques, viviendo como ermitaña, consagrada a la soledad para rogar a Dios por la salvación de la patria. [31]
*María Josefa Martínez, viuda que comandaba tropas vestida de hombre, en la zona de Orizaba. Sólo usaba su traje de mujer para entrar a Córdoba, Orizaba y Puebla y averiguar los movimientos de las tropas realistas. [32]
*Rafaela López Aguado, madre de Ignacio y Rafael López Rayón. Ella entregó a sus hijos a la causa insurgente y se rehusó a interceder y obligarlos a capitular a fin de que su hijo más pequeño, Francisco, no fuera pasado por las armas. [33]
*Ana García, esposa del coronel Félix Trespalacios, a quien acompañó en una travesía de 160 kilómetros y lo salvó de dos sentencias de muerte.
*Doña Petra Teruel de Velasco, llamada “hada protectora” de los insurgentes, por la ayuda material y moral que prestó en todo momento a los rebeldes, particularmente a los presos por sedición, desde la ciudad de México.
Y peor aún las mujeres siguientes, cuyos nombres ni siquiera se han conservado:
*Las hermanas González, de Pénjamo, quienes sacrificaron su fortuna para irse con los insurgentes.
*La heroína de Soto la Marina, quien cruzó el campo de batalla varias veces para llevar agua a los soldados.
*La heroína de Huichapan, que levantó a sus expensas una división de insurgentes; se puso al frente de ella y en una acción de quedó sola, defendiéndose con tanto valor que los realistas le conservaron la vida. [34]
*Dos mujeres fusiladas por los realistas en el camino a Teotitlán, por sospecharse que hacían tortillas envenenadas para los realistas.
*Y las hermanas, mujeres e hijas de los insurgentes, quienes fueron fusiladas o apresadas por el solo delito de tener una relación familiar con los rebeldes. Esto ocurrió de manera constante, ya que los jefes realistas, Calleja e Iturbide, utilizaron la estrategia de apresar y fusilar a las familias completas de los insurgentes: lo primero para obligarlos a entregarse, lo segundo cuando deseaban la venganza.
Lamentablemente el destino de estas mujeres es ser recordadas sólo excepcionalmente. Muchas de ellas también son mencionadas en las biografías escritas en los siglos XIX y XX que mencionamos más arriba [35] , y después de eso, sólo algunas autoras, desde la perspectiva feminista, volvieron a acordarse de ellas. [36] Menos aún se recuerdan aquellas mujeres que apoyaron la causa realista, que las hubo en gran cantidad, desempeñando diversas actividades, como salvaguardar a la Virgen de los Remedios, patrona realista, escondiéndola en sus casas, o bien como espías o delatoras de los movimientos insurgentes. También ocurrió, en el caso de estas mujeres realistas, lo que había sucedido con las rebeldes: tomárselas como prolongación del marido, el hermano o el hijo. Muchas de ellas recibieron la famosa condecoración Isabel la Católica, ofrecida por el Rey Fernando VII, y su mérito había sido sufrir las inclemencias de haber perdido a su marido en la guerra de Independencia.
La participación de las mujeres en las guerras de Independencia fue mucho más intensa de lo que se ha considerado tradicionalmente. Los estudiosos del papel de las mujeres durante la Independencia han demostrado que la participación de las mujeres fue “complementaria e igualmente valiosa para el esfuerzo bélico y que la guerra modificó el comportamiento político de las mujeres alterando su condición en la sociedad” (Cfr. Garrido Asperó, 170). A pesar de que algunos de esos autores han dicho que las mujeres participaron sin ambiciones políticas, “porque no habían sido educadas para pensar políticamente”, y que su participación se había debido a causas como los desajustes en la economía familiar, los lazos de parentesco con los soldados, los sentimientos patrióticos, la recompensa económica que podían obtener o como forma de manifestar su rebeldía contra la sociedad; maría José Garrido ha demostrado a través del estudio de cartas y defensa a mujeres apresadas, que el elemento que propiciaba la oposición de estas mujeres al régimen, era la pérdida de la creencia en la legitimidad del que gobierna. Es decir, que estas mujeres tenían una opinión política propia. Actuaban como seres políticos. (Ibid., 171 y 189)
Las mujeres ayudaron de diversas formas a la causa insurgente: otorgando ayuda económica, sirviendo de correos o de enfermeras y administradoras en el frente de guerra e incluso intentando “seducir”, es decir, convencer a los hombres –fueran éstos militares o no- e incluso a otras mujeres, de abrazar la causa independentista.
No hubo en este último caso diferencias entre las mujeres de la elite y aquellas menos favorecidas. Muchas mujeres pobres se dedicaron a seducir soldados realistas, como ocurrió en el caso de María Tomasa Estévez, a quien mencionamos más arriba. Pero también las mujeres de clase acomodada fueron acusadas de “seductoras”. Un caso célebre fue el de la misma Josefa Ortiz de Domínguez, quien fue calificada por el doctor José Mariano Beristaín como “una verdadera Ana Bolena, que ha tenido el valor para intentar seducirme a mí mismo, aunque ingeniosa y cautelosamente”. [37]
Pero no se limitaron a usar las armas femeninas para apoyar a la causa. Muchas de ellas, como vimos al inicio, tomaron el fusil, el cuchillo, la espada, y se lanzaron a matar gachupines. Otras se dedicaron al contrabando de armas y mensajes, espionaje, conspiración, abastecimiento económico, a ser guías, enfermeras, aguadoras o enterradoras de los insurgentes. [38] Muchas de ellas fueron apresadas o despojadas de sus bienes por esa causa, y algunas fueron fusiladas.
II. Brevísimo paréntesis teórico
¿Cuál es la diferencia entre la historia y la ficción histórica? No repetiré aquí las definiciones de todos los autores que se han abocado al estudio de este tipo de problemas. Podemos acudir en un primer intento, a Aristóteles, a Alfonso Reyes, a Seymour Menton y Cristina Pons, a Paul Ricoeur y Umberto Eco. Justamente este congreso se ocupa de diferentes maneras, de acercarse a la discusión de estos asuntos. No abundaré tanto en ello, sólo quiero recordar que una de las principales diferencias está en la intención, como la llamaría Alfonso Reyes, o en el interés, como lo definiría Paul Ricoeur: la ficción provoca una emoción estética mientras que el relato histórico tiene una pretensión de verdad y se recarga en testimonios. La segunda diferencia es el método de creación: el historiador “halla” su relato, mientras que el escritor lo “inventa”. Se ha dicho ya que la novela histórica aparece como un buen auxiliar de la historia, con la posibilidad de completarla, llegando a donde ésta no puede: los detalles de la vida privada, los acontecimientos menudos, las costumbres, etc. “la novela histórica—dice Fernández Prieto- viene a satisfacer una demanda social, un deseo de conocer el pasado de la nación que la historiografía no estaba aún en condiciones de cumplir. La novela ocupó ese vacío y en ella el público lector encontró respuesta a su sed de conocimiento por la historia”. [39] En este sentido, parecería ser que la historia cultural, que trajo a la agenda de investigación en México temas como la historia cotidiana entre otros muchos, tradicionalmente despreciados por la historia y que se encontraban relegados, vino a contribuir a “apagar” desde la historia esa sed de conocimiento. Sin embargo, la novela histórica puede hacer cosas que la historia no podía: “la descripción histórica valora, igualmente los trajes, comidas, costumbres, música, utensilios, etc., de una época, pero ¿quién hace que esos trajes luzcan en el personaje determinado? ¿Quién hace que la sopa caliente huela a polenta de la época? ¿Quién hace que los sonidos musicales llenen los salones con la música de la época? … la música, la pintura, la arquitectura y especialmente la literatura”( Ver Guillermo Bown, 137). A este respecto, es muy interesante la manera mucho más “literaria” de hacer historia en los últimos tiempos. Encuentro grandes paralelismos entre las preocupaciones de la nueva historia y la novela histórica de los últimos años, incluso aquella que conserva el modelo tradicional: el interés por la gente ordinaria así como las situaciones contrafactuales. (Burke, 2001:15). “La historia, en la medida en que se sujeta a lo contingente, le falta lo esencial, mientras que la poesía, al no ser esclava del evento real, puede transportarse a lo universal: es decir, lo que una cierta clase de personas dirían o harían probablemente, (…) la historia, al abrirnos lo diferente nos abre lo posible, mientras que la ficción, al abrirnos lo irreal nos abre lo esencial…” Paul Ricoeur.
Por su parte, E.G. Collingwood habla de las diferencias y semejanzas entre historia y ficción desde la imaginación histórica: El relato de ficción, nos dice, imita al relato histórico. Se cuentan cosas como si hubieran ocurrido. El relato histórico es cuasi-ficción. El relato animado con su intuitividad y viveza suple el carácter evasivo del pasado.
Tanto la historia como la novela histórica pretenden reconstruir y organizar la realidad a partir de componentes pre-textuales, sin embargo en el discurso histórico hay una voluntad de objetividad, mientras que la literatura no la tiene, por el contrario, se atiene a la convención de ficcionalidad. Mientras que el historiador tiene la exigencia científica de la autoridad, es decir, convención de veracidad basada en las fuentes, aunque haciendo interpretaciones de ellas, el discurso de la ficción “da un efecto de realidad”, pero no es la realidad. Todo el sentido de la ficción se basa en la mimesis, aunque pretenda ser una fiel reconstrucción histórica o testimonial.
Finalmente, se considera que la ficción será siempre individualista, mientras la historia describe acciones individuales desde la perspectiva social. El hecho histórico se define precisamente como aquel que tiene una trascendencia social (Idem).
No quiero abundar más sobre esto y pasaré en cambio a hablar de las dificultades para “unir” historia y ficción en la novela Leona.
III. Problemas para hilvanar historia y ficción en la novela Leona
Mi primer interés al escribir Leona, era ser lo más fiel posible a la heroína y que todo artificio literario fuera un apoyo para ese objetivo, más que servirme de la historia de María de la Soledad Leona Camila Vicario como pretexto para escribir una novela.
La primera dificultad real fue el acceso a las fuentes. Los documentos recopilados por don Genaro García [40] , fueron la principal fuente directa que utilicé extensivamente, así como las biografías que he citado más arriba sobre el personaje. Complementé la información con biografías de Andrés Quintana Roo, -que, dicho sea de paso, tampoco son muy abundantes ni precisamente profesionales-[41] , quedando pendiente también una acercamiento serio al ilustre abogado. También me serví de los escritos de Quintana Roo recuperados en la Biblioteca Jurídica de la UNAM, los periódicos de la época y los diccionarios de insurgentes. Pero lo que ayudó mucho más fue la bibliografía contemporánea: Michael Costeloe, Stanley Green, Virginia Guedea, Guadalupe Jiménez Codinach, Montserrat Galli, Ernesto de la Torre Villar, Anne Staples, Pilar Gonzalbo y Romeo Flores Caballero son autores imprescindibles para comprender el periodo, de por sí complejo. Algunos de ellos me explicaron la vida política y social de la época, otros, la vida cotidiana, además de los recetarios históricos, las historias de la música, de la pintura, los diarios de los viajeros de la época…pero sobre todo lo que me ayudó a situar los hechos en su contexto, fue viajar a los lugares que describo, buscando las huellas de Leona con los ojos de una historiadora y de una novelista. No me imagino la mirada de una sin la otra.
Lo más difícil fue recrear la vida de Leona, intentar comprender la secuencia de sus movimientos y sus acciones, y corregir, desde el punto de vista histórico, los errores que se han repetido por décadas respecto a ella. Se ha dicho hasta el cansancio, por ejemplo, que Leona se casó con Andrés en Tlalpujahua, sin embargo, según los documentos, según toda la evidencia hasta el momento, nada prueba que ella haya llegado ahí. Por otro lado, casi nadie habla de la vida de Leona después de 1813, cuando se sabe que Morelos le rindió homenaje en Chilpancingo. Luego se refiere, como un suceso aislado, el hecho de que haya dado a luz en una cueva. Los años posteriores quedan, en las biografías y novelas por igual, casi en la oscuridad.
Para mí resultó de primordial importancia establecer los hechos lo mejor posible, con la mayor cantidad de documentos, sin perder de vista, sin embargo, que no se puede saber “lo que en realidad pasó”.
Pude haber creado una historia de amor romántica entre Quintana Roo y Leona Vicario, en la que no hubiera habido nadie antes en el corazón de la heroína (como generalmente se ha hecho), o bien seguir repitiendo la versión de que Quintana Roo se fue a luchar por la insurgencia cuando don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador le negó la mano de su sobrina Leona. Incluso, repetir una vez más (y exponerme a que la heroína tomara represalias en mi contra desde el más allá) que Leona hizo todo lo que hizo por la insurgencia movida por el amor.
Tal vez fue mi formación de historiadora lo que me impidió pasar por encima de los hechos históricos e inventar una realidad alterna. Creo que fue también una responsabilidad moral con los muertos, como señala Paul Ricoeur. Leona Vicario se pasó varios años defendiéndose de sus detractores después de la guerra, cuando se atrevieron a afirmar que se había ido “como una descocada” siguiendo los pasos de Quintana Roo, sin más afán que el “romancesco” de irse con el novio; y Andrés Quintana Roo languideció varios meses en los calabozos de la inquisición en 1811-1812, lo cual puede haber sido un incentivo más fuerte que el mero rencor contra su antiguo maestro, para dejar la ciudad de México e irse a refugiar con López Rayón a Tlalpujahua, como hicieron muchos otros sospechosos que estaban en la mira de la Junta de Seguridad de la Inquisición en esa época.
Sin embargo, sostengo que la principal razón para dar cuenta minuciosa de los hechos, fue que el viejo dicho “la verdad supera a la ficción”, probó ser más que adecuado en este caso.
¿Por qué eliminar los rastros del antiguo novio de Leona, don Octaviano Obregón, quien junto con el resto de su familia constituyó un grupo de socialización de las ideas autonomistas en el que Leona estaba inmersa mucho antes de conocer a Quintana Roo? El hecho de que si bien compartía las simpatías por la autonomía de la Nueva España con Octaviano, no lo amaba, da mucha mayor profundidad a los personajes y particularmente a Leona. Hubiera sido simplista plasmar el típico triángulo amoroso entre el novio malvado, realista, rico, impuesto por los padres, y el guapo, independentista, pobre, Andrés Quintana Roo.
Así mismo, ¿por qué decir que el primo de Leona, el joven Manuel, fue quien la rescató del colegio de San Miguel de Belén (hecho imposible, ya que Manuel había muerto en el campo de batalla unos días antes), si la realidad es mucho más interesante?: los coroneles Francisco Arroyave, Antonio Vázquez Aldana (militares exrealistas) y José Luis Rodríguez Alconedo, embozados, sacaron a punta de pistola a una Leona que se perdió con ellos, muerta de risa bajo los arcos de Belén. ¿Porqué convertir a Rodríguez Alconedo en un viejo militar que atestigua en 1842 a favor de Leona cuando la realidad es mucho más novelesca? Este personaje es un apuesto pintor y platero adicto a la insurgencia que tuvo una vida de aventuras y que es el responsable del diseño de las monedas insurgentes de Morelos. En 1815, fue hecho prisionero y fusilado quince minutos antes de que llegara el perdón del virrey.
La vida de Leona Vicario se torna de especial interés justo A PARTIR de 1813, cuando desaparece de la historia de bronce. Esta mujer acompaña al congreso del Anáhuac en su largo y penoso periplo por la tierra caliente de los actuales estados de Guerrero, Michoacán y México y en 1817, cuando se ve obligada a aceptar el indulto, se traslada con Quintana Roo y la pequeña Genoveva a Toluca. Ahí la pequeña familia vive prácticamente de la caridad hasta que la restauración del régimen constitucional en 1820 y luego la promulgación de la Independencia de 1821 les permiten regresar a la ciudad de México y recuperar poco a poco un nivel de vida aceptable.
Por supuesto que hubo que utilizar la imaginación y crear escenas que no pueden comprobarse con ningún documento. ¿Cómo fue la relación íntima entre Quintana Roo y Leona? ¿En qué se ocupó ella durante los años en que acompañó al Congreso? ¿Cómo fue su desempeño como madre? ¿Por qué sólo tuvo dos hijas? ¿Cómo fue su relación con su tío, don Agustín Pomposo? ¿Cómo se llevaba con su media hermana, la altiva marquesa de Vivanco? ¿Cuánto tiempo realmente vivió en la hacienda de Ocotepec en los llanos de Apan?
En la novela Leona, yo ofrezco situaciones plausibles. Cómo, tomando como base los documentos y los estudios sobre la época, pudieron haber sido estas relaciones, estos hechos y sobre todo, pongo los hechos históricos al servicio de la ficción para trasmitir a los lectores la tristeza, la alegría, el valor, la rabia de los personajes y provocar en ellos emociones parecidas. Me pareció importante utilizar todo el conocimiento histórico posible, para hacer que Leona Vicario se levantara de la tumba, rompiera el bronce de la estatua y bailara, amara, llorara y respirara a todo pulmón. Después de todo, esa es la magia de la literatura.
Notas
[1] Una versión preliminar de este trabajo se presentó en el III Coloquio Internacional de Historia y Literatura. Octubre de 2010, Universidad de Guanajuato.back to text
[2] Ver, por ejemplo, las biografías noveladas de Pedro Ángel Palou y Eugenio Aguirre o aquélla merecedora de mención honorífica en el premio Grijalbo sobre Mariano Matamoros de la autoría de Silvia Molina.back to text
[3] Ver el ensayo sobre los esclavos de Romina Martínez Castellanos “La defensa del cuerpo prestado, artificios para la libertad”, además otros ensayos que han aparecido posteriormente por los estudiosos de la tercera raíz y la participación de los negros y pardos en el movimiento insurgente. También vale la pena revisar el importante trabajo de Eric Van Young sobre la independencia. Y el libro coordinado por Felipe Castro y Marcela Terrazas, Disidencia y disidentes en la historia de México. UNAM, 2003. back to text
[4] En Felipe Castro y Marcela Terrazas, Disidencia y disidentes en la historia de México. UNAM, 2003.back to text
[5] en Juan Ortiz Escamilla Coord. Derechos del hombre en México durante la guerra civil de 1810. Instituto Mora, 2009.back to text
[6] ponencia presentada en el V Congreso Internacional de la América Hispánica, 25-28 de noviembre, 2008 Veracruz, Ver.back to text
[7] En Marta Terán y Víctor Gayol, (Eds.) La Corona Rota. Identidades y representaciones en la Independencias Iberoamericanas. Universitat Jaume I, Castellón, España. 2010. Pp. 283-294.back to text
[8] Jorge Gómez Naredo “De insurgencia, dominación y resistencia: mujeres en la guerra de Independencia. Casos en la Intendencia de Guadalajara”, pp. 29-67 y Bertha Marina Trujillo “Ni socias, ni adictas a la insurrección. Madres juzgadas durante la guerra de la independencia”, pp. 93-116 ambos en Arturo Camacho y Celia del Palacio (coords.), Cultura y sociedad emergente durante el proceso de Independencia, 1792-1822. Tomo IV de la Colección conmemorativa Jalisco: Independencia y Revolución. Alicia Peredo Merlo (Coord., Gral.) El Colegio de Jalisco, 2010.back to text
[9] Gracias a Elissa Rashkin, tuve conocimiento de una imagen que se pensó ser de doña Josefa Ortiz que no era la tradicional de perfil conocida hasta ahora, sino una pintura que la mostraba de frente, de unos 30 años de edad, y con los rasgos y la expresión mucho más suaves de lo que habíamos visto hasta ahora. Esta imagen se encuentra en el Archivo Histórico de Querétaro, aunque muchos años estuvo en poder de la familia Rivera Riveroll de la ciudad de México. La información y la imagen aparecieron en El Diario de Xalapa del 14 de septiembre de 2009, en la página 3B de la sección nacional. Sin embargo, posteriormente se ha comentado que la imagen pertenece a Leona Vicario, lo cual parece mucho más factible dado el atuendo de la mujer y el hecho de que la imagen se encontraba en poder de los descendientes de Leona Vicario, los Rivera Riveroll.back to text
[10] Talleres Gráficos de la Nación, 1976.back to text
[11] Documentación y Estudio de Mujeres, A.C., (DEMAC) México, 1996.back to text
[12] Grijalbo, México, 2008 que de la época insurgente, aborda las vidas de Leona Vicario, Josefa Ortiz, la Güera Rodríguez y Gertrudis Bocanegra.back to text
[13] Lectorum, México, 2009. Aborda las vidas de Leona Vicario, Josefa Ortiz, la Güera Rodríguez y Gertrudis Bocanegraback to text
[14] Serie Charlas de Café. Editorial Grijalbo, 2010.back to text
[15] También aparecen relatos de La Güera Rodríguez: “Olor a almizcle” de Javier Sunderland Guerrero y sobre Leona Vicario, en “Palabra de Leona” de Bertha Balestra. Ed. Selector, 2010.back to text
[16] Allí se habla de Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, Antonia Nava, Gertrudis Bocanegra, María Luisa Camba, Helene La Mar, Manuela García Villaseñor, Rafaela López Aguado, Catalina González, Cecilia Villarreal, María Josefa Martínez, las mujeres de Miahuatlán, María Teresa Medina de la Sota Riva, Carmen Camacho, Josefa Navarrete y Josefa Huerta, además de incluir 73 pequeñas fichas más. Adictas a la Insurgencia, las mujeres de la guerra de independencia. Punto de Lectura, México, 2010.back to text
[17] Planeta, México. 2010.back to text
[18] Gobierno del Estado de México, 2008back to text
[19] Gobierno del Estado de México, 1910 y Talleres Gráficos de la Nación, 1976.back to text
[20] Xóchitl, México, 1945 y SHCP, 1976back to text
[21] En Mujeres, derechos y sociedad, año 3, N.-5, enero de 2007.back to text
[22] México, 1968 back to text
[23] INEHRM, 1985 back to text
[24] México, 1997 back to text
[25] Existen algunos autores de los que hemos tomado las historias fragmentarias de las mujeres que se mencionan a continuación. Mujeres de la Independencia. Benjamín Arredondo y su proyecto Cabezas de Águila: http://cabezasdeaguila.blogspot.com/2010/04/mujeres-en-la-independencia-sus_30.html; también en Gendering Latin America Independence: Women´s Polítical Culture and the Textual Construction of Gender 1790-1850, cuyos resultados se pueden consultar en el sitio: http://www.genderlatam.org.uk
También ver Miquel i Vergés. Diccionario de Insurgentes, Porrúa, México, 1969, así como: Luis Rubio Siliceo. Mujeres Célebres de la Independencia de México. Talleres Gráficos de la Nación. México, 1929 y Luis González Obregón. Las Heroínas de la Independencia. Consultado en Línea. www.bicentenario.gob.mxback to text
[26] Esta historia es narrada por Luis González Obregón. op. Cit.back to text
[27] Idem. Así como Luis Rubio Siliceo. op. Cit.back to text
[28] Idem.back to text
[29]. Idem.back to text
[30] El mismo Iturbide se expresó así de ella: “habría sacado mucho provecho de su bella figura de no ser por el acendrado patriotismo de estos soldados que la denunciaron.”Cfr. Luis González Obregón, op. cit. Ver también María José Garrido Asperó “Entre hombres te veas. Las mujeres de Pénjamo y la revolución de Independencia” en Felipe Castro y Marcela Terrazas (Coordinadores) Disidencia y disidentes en la historia de México. UNAM, 2003.back to text
[31] Idem.back to text
[32] Genaro García. Documentos históricos mexicanos Tomo V. 1910. Edición facsimilar, SEP, 1985. Consultar particularmente el estudio de Fernanda Núñez “Por portar pantalones”, ponencia presentada en el V Congreso Internacional de la América Hispánica, 25-28 de noviembre, Veracruz, Ver.back to text
[33] Ver. Alejandro Villaseñor y Villaseñor. Biografías de los Héroes y Caudillos de la Independencia. Rafaela López Aguado. Consultado en línea: www.bicentenario.gob.mxback to text
[34] De estas mujeres pueden encontrarse datos en Luis González Obregón, op. cit., y Genaro García, op. cit.back to text
[35] Ver, por ejemplo a los siguientes autores: José Joaquín Fernández de Lizardi, “Noticias biográficas de Insurgentes mexicanas” (1825); Ilustres mujeres americanas, París (1825); El cardillo de las mujeres (1827); Panorama de las señoritas (1842); Francisco Sosa, Biografías de Mexicanas Distinguidas (1884); Jacobo María Sánchez de la Barquera, La Patria Ilustrada (1894); Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Biografías de los héroes y caudillos de la Independencia (1910); C. Hernández, Mujeres Célebres de México (1918); y Mathilde Gómez, la epopeya de la independencia mexicana a través de sus mujeres (1947), entre muchos otros.back to text
[36] Ver, por ejemplo a los siguientes autores: José Joaquín Fernández de Lizardi, “Noticias biográficas de Insurgentes mexicanas” (1825); Ilustres mujeres americanas, París (1825); El cardillo de las mujeres (1827); Panorama de las señoritas (1842); Francisco Sosa, Biografías de Mexicanas Distinguidas (1884); Jacobo María Sánchez de la Barquera, La Patria Ilustrada (1894); Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Biografías de los héroes y caudillos de la Independencia (1910); C. Hernández, Mujeres Célebres de México (1918); y Mathilde Gómez, la epopeya de la independencia mexicana a través de sus mujeres (1947), entre muchos otros.back to text
[37] Informe de Mariano Beristaín al Virrey, 14 de diciembre de 1813, en Gabriel Agraz García de Alba, Los Corregidores y el inicio de la Independencia, edición de autor, México, 1992, p. 104.back to text
[38] Apunta María José Garrido que José María Miquel I. Vergés registra en su Diccionario de insurgentes (Porrúa, México, 1969) 134 casos de mujeres que realizaron actividades rebeldes o fueron simpatizantes de la causa. De ellas, 62 fueron procesadas, cuatro fueron condenadas a muerte y ejecutadas, dos más fueron perdonadas por estar embarazadas (Garrido, “Entre hombres te veas”, p. 170). Aurora Tovar Ramírez, en Mil quinientas mujeres en nuestra conciencia colectiva. Catálogo biográfico de mujeres de México (Documentación y Estudio de Mujeres, México, 1996) registra 162 casos, de los cuales, 94 mujeres fueron encarceladas y la mayoría de ellas procesadas, siete fusiladas y tres perdonadas por hallarse embarazadas.back to text
[39] Celia Fernández Prieto. 1998back to text
[40] Me refiero al tomo V en la edición facsimilar de los Documentos Históricos Mexicanos publicados por la SEP en 1985.back to text
[41] Me refiero por ejemplo a la biografía de Manuel Miranda y Marrón. Vida y escritos del héroe insurgente Don Andrés Quintana Roo. Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento, México, 1910.back to text
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